POR: RENÉ MOLINA MACHA
Tengo puesta una pesada chompa, observo el vapor que emana mi boca, arriba un cielo que ya no deja ver su elegante azul oscuro, antes quería que se fuera el calor de verano y ahora quiero vuelva, apenas estamos comenzando el invierno y las noches se están haciendo cada vez más frías..
Estuve de visita en Parroquia Matriz "El Niño Jesús", una parroquia muy importante, antes yo venia más seguido hasta que comencé a estar más ocupado. Esta vez mi objetivo fue mirar a mi alrededor y dejarme llevar.
Fue extraño ver a la parroquia tan vacía, normalmente este lugar esta lleno de gente conocida, de muchos holas y muchos ¿como estas? tan amables y desinteresados, me sentí sólo y desconocido pero me llamaba a la reflexión.
Mientras caminaba notaba que varios salones estaban llenos de gente mayor escuchando a alguien en el frente, tal vez se trate de una conferencia o una simple reunión para aquellos que participan en la parroquia o tal vez para aquellos quieren tener un sentido en la vida y encontrar a Dios.
Otros lugares parecían contar tantas cosas, tanta gente alegre que pasó allí un día importante en su vida.
Tan simple y sencilla es mi parroquia, siento una total cercanía hacia ella, y es que hasta los 18 años dejé de venir y muchos aún se acuerdan de mi porque los buenos amigos nunca se pierden y porque muchos se acuerdan de algunas travesuras.
Seguí caminando por allí y encontré la puerta del templo abierta, tan grande y de madera, sólo estaba prendido un foco que cuelga del centro del altar. Podría jurar que escuche unos ruidos en el fondo donde ya no había luz, mientras tomaba foto seguía escuchando algo arrastrándose al fondo de mi derecha, pues no le di importancia y derrepente todo se volvió interesante, el ruido dejo de sonar y ya no tuve ese impulso de intentar buscar el origen de este, porque me atrajo más lo extraño que se veía el templo en silencio y vacío con los santos descansando, fríos y mirando hacia una sola dirección, aunque algunos daban la impresión de seguirte con la mirada.
Ya se está volviendo tarde y tengo que volver a mi casa, fuera de este lugar es muy peligroso andar sólo, pero no podía irme sin antes hacer de esta noche memorable.
Ella es Silvia Morales, trabaja aquí desde que mi hermano participaba en el coro y él ya tiene 38 años de edad. Esta señora siempre está vendiendo algo, desde la mañana hasta la noche, aún me acuerdo que en el colegio yo solía a comprarle golosinas, al parecer ella ya cambió de rubro pero jamás tuve la oportunidad de conocerla al menos por 15 minutos.
Ella viene de Ayacucho, allá es conocida como Flor por sus familiares, siempre tan atenta y fuerte,
decidió venir a Lima a trabajar duro y es que ya le habían contado que Lima era una ciudad difícil pero no para ella. Madre soltera de 3 hijos, Arturo de 11 años de edad, es el mayor de sus hijos y felizmente salió a ella, cuenta Silvia.
Arturo apenas llega del colegio se queda en casa a cuidar de sus dos hermanos, Renato de 7 años y Rosa de 6 años, mientras que su mamá está trabajando.
El día de esta señora comienza desde las
5:00 AM, se levanta para hacer el desayuno de sus hijos.
5:45 AM, levanta a sus hijos
6:30 AM, los lleva al colegio.
7:30 AM, alista su carrito y se va a trabajar. hasta las 9 o 10 de la noche, depende si el día estuvo malo o bueno.
¿Extrañas Ayacucho?
Si, un poco, allá todo es tan lindo, todos me conocen y están mis padres, ellos siempre me han apoyado en todo.
¿Te gusta lo que haces?
Si, Tiene que gustarme, además que puedo hacer, vivo allá arriba en el cerro, y tengo que cuidar a mi hijos, ellos son todo para mi, tengo que ser fuerte y seguir trabajando, es la única manera de luchar por ellos.
Sin duda, ella es un orgullo para todas aquellas personas que se desviven por sus hijos y se quedan hasta tarde para ayudarlos a crecer. Es bonito darte cuenta que aunque este mundo tenga un sistema tan corrupto, pueda nacer algo tan bonito como el amor de una madre hacia sus hijos.
Seguiré buscando más heroínas y héroes aunque me tenga que convertir en Stand Lee.