viernes, 25 de mayo de 2012


Estatuas humanas, mucho más que un trabajo

Por: Susana Orneta Estrada

 Lo  mas, bonito que podemos expresar, es el misterio;  es la fuente de toda arte verdadera y de toda, aquel que sea extraño a esta emoción, aquel que no pueda detenerse a maravillarse y permanecer  al absorto del asombro, están  bueno como un muerto: sus ojos están cerrados.                                                                                                
                                                                                                                          Albert Einstein

La calle es un escenario natural y los principios  de sus actividades escénicas tienen orígenes en las calles, es por esto que es un reto para el actor, captar miradas y arrancar una sonrisa a un transeúnte presuroso  y estresado por el ruido de la cuidad.

Mario Egusquiza,  cuenta que  el arte es todo en su vida; después de haber estudiado arte y dramatización, para él  salir a la calle complementa su carrera profesional y con mucha emoción me  comparte: “me gusta ser estatua viviente y me gusta hacer teatro en la calle porque aquí está el pueblo la gente que valora lo que haces, no es necesario que la gente que cuando no tiene nada que hacer page la entrada del teatro para verlo, en cambio acá  el que quiere para un rato y te mira

Mientras   observaba ha Mario y a compañeros, como sus rostros se convertían en un rostro plateado, las palabras de Mario se van en lazando   a una realidad   existente y que lamentablemente no lo vemos con esos ojos, con ojos apasionados  al arte, pues solo observamos y reímos; las estatuas humanas que se posan horas continuas intercambiando movimientos con las flexibilidad y el poder de transmitir  mensajes sin hablar fijando sus miradas en el horizonte hasta sobre pasarlos para tan solo transmitir  la congelación del momento, toda la trayectoria tan humana  tan delicado  y  tierna que estos artistas callejeros  realizan, con la sorpresa y el asombro de un niño  al sonar una moneda sobre la lata y casi por arte de magia mueve a esa masa humana que pareciera estar oxidada que ya sea inerte  hasta antes  de hacer sonido, esperando otro movimiento tan peculiar.

A pesar de los avatares del clima estos personajes  adoptan posturas realmente tan incómodas para lograr un impacto para su público,  y por unas cuantas monedas  cobran vida con un sonido  muy peculiar que dan a conocer una nueva postura.

El día se termina y  la oscuridad de la noche adopta un matiz diverso en su escenario del parque Kennedy, entonces es hora  de dar la última  función, Mario exhausto   baja de su gran palco y lo recoge, des pues de una gran jornada pensé que estaría cansado, pero con el mismo entusiasmo que me respondió  por la mañana me dice: “me siento muy contento que cada día, mas personas  me vean y  compartan mi arte, me da mucha alegría de verdad….”

Después de las palabras de Mario, entendí que para ser estatuas  no solo se  aprende  y se estudia,  sino que también se tiene que tener esa pasión que caracteriza a Mario y a todos estos grandes artistas que interpretan a personajes con vida propia, sin embargo, muchas veces  la gente piensa que para ser estatua es tan fácil , que se trata de ponerse solo un disfraz, y quedarse estático, pero no es así, pues  de tras  de  cada  estatua humana  hay una gran preparación y mucha dedicación.

Es así, que  el arte se abre paso frete a las adversidades  y se deja mesclar entre  las calles  más transitadas de nuestra cuidad limeña  dejando ver su  lado  con  mucho mas movimiento que el de una estatua y con mucho mas color que el arte.

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